jueves, 19 de noviembre de 2015

Mi pato y la Muerte

Cada tarde veo como se repite el ritual, la danza más bella, el mayor espectáculo del mundo.

Despacio, pero con paso firme ella sabe a la perfección hacia dónde va, y cuáles son los obstáculos que irá sorteando por el camino:

Primero esa casa donde reza la despedida de de un jubilado sin ganas ninguna de saltar por la ventana. Hasta ahí sólo necesitas siete pasos, aunque siempre son los más perezosos. Uno, dos y tres, el quizás que un día me enamoró te ofrece la grupa de su ave Fénix, y sonríes, no sé si porque sus plumas acarician tu mejilla o porque sabes que detrás del cuatro y antes de doblar la esquina aparecerá ese león rodeado de los duendecillos que tanto te gusta mirar. "rggrgrgrgrg", buenas tardes señores y abres el baile  con un marcado cuatro cinco, cuatro cinco, cuatro cinco y seis.

El siete apareces volando entre las ramas de los naranjos. Siempre hay flores para ti. Cojines de azahar alfombran las nubes, y vas de uno a otro, papareando, soñando canciones de arco iris contadas con las conversaciones que tuvimos mientras te esperaba. La luna es hoy más luna que nunca.

Después la colección de locales que fueron y sueñan con volver a ser: la caseta del contador de historias, la biblioteca de volúmenes de arena, la trastienda del pequeño bazar de antigüedades donde compramos tus botas de siete leguas, el salón del eco. En cada uno de ellos vas parando, con tu paso zigzagueante, las manos extendidas. Hace días que sé que Titania vigila tus sueños, tejiendo con manos inexpertas pequeños hilvanes transparentes para enlazar en tus muñecas;  y ahora maneja a su antojo, esquivando sonrisas, dibujando destellos de estrellas fugaces a tus pasos cada  día menos inseguros, cada instante más firmes.

 Y sin darte cuenta vuelves a oír: "buenas tardes Señorita, hoy estás aún más guapa que ayer"

Detienes el mundo a tu alrededor. Buscas, aunque ya sabes quién, hasta que tu mirada se encuentra con la suya. No tienes miedo, pero te resistes a acercarte más. Las arrugas de su rostro surcan historias que cuentan una vida de libro sin dibujos y con letra pequeña. Con firmeza se aferra a la empuñadura de su bastón, y aunque una goma amortigua cada golpe, se aprecia con claridad como la batuta del director de orquesta  anuncia que la función va a comenzar.

Avanza, te detienes, avanzas, se detiene. Una dulce mariposa monarca revolotea entre vosotros: ha debido desviar sus planes migratorios. Y los corazones vuelven a latir.



Un perro ladra, el claxon de un coche despierta el silencio, unas llaves nerviosas tintinean en el bolsillo de un adolescente inseguro. De sobra sabes hacia dónde continúa tu paseo, y emprendemos el vuelo, siguiendo el halo que tus sonrisas van dejando.

( Unos metros más allá giro para volver a apreciar la belleza de ese rostro, pero siempre va,  ya de espaldas, levitando cansado entre las huellas de otros pasos, soportando el peso de las horas que faltan hasta que ella vuelva para oír en su respiración las notas del paseo en trineo de Mozart)  


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